martes, 3 de mayo de 2011

Partidos históricos. Final Euroliga´95, R. Madrid-Olympiakos.

- Quintetos titulares.

R. Madrid: Antúnez, Santos, G. Coll, Arlauckas y Sabonis.
Olympiakos: Tomic, Sigalas, E. Johnson, Volkov y Fassoulas.


El partido comenzó con defensas individuales por parte de ambos equipos y con un juego pausado y controlado, lo que denotaba un claro síntoma de toma de contacto entre los dos contendientes
En líneas generales, en esos primeros minutos el tiro exterior se imponía al juego interior, las defensas eran duras e intensas, desplazarse e incluso moverse con cierta facilidad por las inmediaciones de la zona era toda una quimera y la batalla parecía encaminada hacia el dominio de los duelos individuales.

Pero pronto empezó a clarificarse un poco el partido.
Por parte del Olympiakos, E. Johnson, su jugador estrella, estaba totalmente desacertado y descentrado, incluso se podría decir que estaba desaparecido y parte de culpa era gracias a la trabajada defensa que sobre él aplicaba I. Santos.


El Madrid le cogió rápidamente el pulso al partido y comenzó a controlarlo. Muestra de ello era un juego alegre y expeditivo donde la rápida circulación de pelota era protagonista principal, lo cual le permitía anotar con fluidez y soltura durante esos primeros minutos. Esto y Sabonis, el cual anotaba y distribuía juego casi sin oposición, daban la primera ventaja importante a los blancos.
El Olympiakos parecía más nervioso y descentrado y eso se traducía en un juego precipitado que no daba ningún tipo de dividendos a su favor. Cosa que no sucedía en el Madrid, donde un sobrio Antúnez marcaba el ritmo que más le convenía a su equipo y que no tenía contrapunto en el juego griego.


Los griegos, conscientes de que la desventaja se iba ensanchando poco a poco, subieron la intensidad defensiva, y eso y unos muy buenos minutos de Tarlac parecían el punto de inflexión en su juego, pero no fue así. Su defensa era muy buena, pero estaban negados en ataque donde no eran capaces de encontrar un referente válido. Ni E. Johnson, ni Volkov, ni nadie, el Olympiakos hacía agua ofensivamente hablando y para el Madrid el partido estaba siendo más fácil de lo supuesto en un primer momento.
El Madrid dominaba casi todos los aspectos del juego, destacando la gran fluidez del juego ofensivo y la buena circulación de la pelota, motivo este por el cual el balón siempre llegaba en excelentes condiciones al jugador mejor situado, generando situaciones de ventaja para encarar el aro rival, lo que suponía anotar con cierta facilidad.


Solo el juego interior y el dominio del rebote mantenían al Olympiakos en el partido, pues sus porcentajes de acierto eran calamitosos y no había forma de que pudieran alterar el mando y dominio que ejercía el Madrid sobre el ritmo del partido.
Gracias a su ostentosa defensa, el Madrid siempre se movió por encima de los diez puntos de ventaja, y era esa defensa, lo que colapsaba el ataque y agotaba a los jugadores griegos.


El entrenador griego, sorprendido por el planteamiento y juego madridista, no paraba de mover el banquillo sin conseguir dar con un quinteto sólido y consistente. Demasiados cambios que en nada beneficiaban a la estabilidad de su juego. Un juego irregular e inestable que pareció no preocupar nunca al Madrid.
El Madrid que a diferencia del Olympiakos, elaboraba concienzuda y pacientemente su ataque y que no tenía ningún problema en mantener y aumentar la diferencia en el marcador. Marcador que durante esa primera parte siempre fue favorable al Madrid y que rara vez bajo de los diez puntos.


En la segunda parte el Olympiakos salió decidido a cambiar el ritmo del encuentro, apretó más atrás y atacó con mayor decisión y rapidez, incluso ese incremento de la velocidad parecía que podía ser buena para sus interese, pero el Madrid estaba muy bien plantado en la cancha y aguantó con cierta facilidad ese empuje y buen comienzo griego.
Pasados esos minutos iniciales, todo siguió como en la primera parte, buena defensa del Madrid y muy mal unos E. Johnson y Volkov que tenían que ser los referentes ofensivos del Olympiakos, lo cual favoreció claramente los intereses del Madrid. Un Madrid que recuperaba para la causa a Arlauckas, el cual había estado desaparecido en el primer tiempo.


Al igual que durante todo lo transcurrido de encuentro, el Olympiakos sobrevivía gracias a su poder reboteador, pues ofensivamente era un equipo sin ideas, lastrado por sus supuestas estrellas y donde la falta de concentración era una rémora casi insalvable. Intentaron agarrarse a una fuerte defensa, pero ni por esas, pues el Madrid conseguía canastas relativamente fáciles y lo peor, sobre el límite de la posesión, lo que dejaba cada vez con menos tiempo a un equipo, el griego, que comenzaba a transmitir sensaciones de impotencia.


Antúnez seguía dominando el tempo del encuentro imponiendo un ritmo de juego pausado, pero haciendo circular el balón con rapidez y de forma fluida, que en definitiva, era lo que más convenía y mejores resultado había proporcionado a los intereses blancos. El dominio era total, y ni las personales de los hombres importantes del Madrid parecían un problema.
El Olympiakos, al igual que en la totalidad del choque, seguía moviendo el banquillo sin un sentido lógico y de forma garrafal, lo cual llegó a ser incluso contraproducente, pues la crispación, desencanto y frustración de sus jugadores era patente y palpable. Ese excesivo movimiento en nada favoreció al juego griego, el cual carecía de fluidez, claridad y tino y de esa forma era imposible recortar una desventaja, que sin ser excesiva, si parecía insalvable.
El Madrid seguía con su juego monótono y pausado, incluso lento y aburrido por momentos, pero que tan buen resultado le estaba dando y que a falta de siete minutos, parecía dejar el encuentro casi finiquitado.


El Madrid siempre se movió entre los ocho, diez y doce puntos de ventaja, pero lo más importante, siempre dominó el encuentro e incluso nunca pasó dificultades. Es más, podríamos afirmar que aunque se tratara de una final de Euroliga, el Olympiakos bajó los brazos definitivamente a falta de cinco minutos para el final y siempre fue sometido y controlado por un Madrid que dominó el encuentro de principio a fin.

Estadísticas aparecidas en el nº 494 de "Gigantes".

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